Saber escuchar, es una de las competencias o habilidades que tenemos que desarrollar para mantener conversaciones efectivas.
El hablar y el escuchar son dos fenómenos independientes uno de lo otro pero que, se relacionan ente si, y conjugados correctamente dan como resultado una conversación efectiva.
Esta concepción, es evolutiva de la tradicional que, mostraba un “emisor” (el que habla) y un simple “receptor” (la tradicional señal de radio).
Cuantas veces estamos en una discusión con otro y sentimos que no se nos escucha, que el otro habla todo el tiempo y no hay lugar para expresarnos, para decir lo que pensamos. Y viceversa, cuantas veces nos vemos hablando todo el tiempo, enojados y no podemos ni ver ni escuchar al otro. Resultado, una pésima comunicación.
Analicemos un poco el proceso conversacional, para tener mayores elementos para hacer una escucha efectiva.
Cuando hablamos, vamos del significado a las palabras y cuando escuchamos es a la inversa, es decir, escuchamos palabras y les damos un significado, es decir, las “interpretamos”. Esta interpretación normalmente la hacemos en base a nuestra experiencia, formación, creencias, valores y ámbito socio-económico.
Esto a que puede llevar sino somos conscientes de este proceso: a que muchas veces escuchamos lo que queremos escuchar y NO lo quiere decir el otro. En definitiva, no escuchamos.
Ser conscientes de este mecanismo es un avance.
Esto nos lleva a adentrarnos en el significado de las palabras, y en otros mecanismos que forman parte del proceso conversacional.
Existe:
- a) el significado superficial del lenguaje, que es el compartido por una sociedad (por ejemplo el significado que le asigna el diccionario a una palabra), y;
- b) el significado particular o estructura profunda del lenguaje, que es aquel que cada individuo le asigna a las palabras, y es construido en base a su experiencia, formación, creencias, valores y ámbito socio- .
Cuando hablamos, transformamos nuestras ideas (estructura profunda) en palabras y frases (estructura superficial), y para ello realizamos una serie de transformaciones a los efectos de poner en palabras nuestros significados. A este proceso de transformación se lo denomina “derivación”. Muchas veces existe una importante distancia entre lo que pensamos y sentimos y lo que efectivamente expresamos en palabras.
Una escucha efectiva, es aquella en la cual el oyente es capaz de discernir y comprender el significado de lo que quiso decir el otro (mediante un proceso cognitivo y emocional integrativo de datos en búsqueda del sentido de lo que oímos). A su vez, mediante la técnica de la indagación se puede ayudar al otro a acortar la brecha entre lo que siente y dice efectivamente.
Se pueden decir entonces que hay cuatro niveles para la escucha y ciertas técnicas asociadas para mejorar los mismos:
- Escuchar lo que se dice: es decir, escuchar lo que está queriendo decir, su significado. Interpretar el significado. Para ello, es importante tener en cuenta el contexto y la emocionalidad de la conversación. Debemos verificar la escucha, es decir, confirmar si lo que entendimos es igual a lo que se nos quizo decir.
- Escuchar lo que no se dice: es decir, interpretar las preocupaciones de nuestro interlocutor. Para qué me lo dice. De qué se está haciendo cargo. Para ellos podemos utilizar la técnica de la indagación.
- Escuchar las consecuencias de lo que se dice: es decir, qué consecuencias tiene para el oyente lo que se está diciendo. Interpretar las posibilidades que se abren o cierran a partir de lo que se está diciendo. Una herramienta asociada a este nivel es la de “compartir preocupaciones”: transmitir a mi interlocutor en qué aspectos veo afectados mis intereses, invitando a mi interlocutor para que explique sus propias preocupaciones y manifieste claramente de qué se está haciendo cargo.
- Escuchar cómo se dice: es decir, no las palabras, sino los gestos, el tono de voz, la mirada, la posición corporal, etc. Así nos metemos en el proceso de la conversación, abordando el dominio del lenguaje no verbal. En definitiva, interpretar las emociones.
A su vez, para mejorar la competencia conversacional, es importante la actitud al escuchar, buscando el momento y la emocionalidad adecuadas, como a su vez, estar abiertos para comprender y aceptar al otro como es, es decir, aceptar que el otro es un ser distinto, y puede tener otro punto de vista.
Es decir, hay que crear el espacio para la conversación, esperando que la emocionalidad de uno mismo, y la del otro, sean las adecuadas para permitir que la conversación fluya. Siempre es mejor, conversar en un lugar tranquilo, exento de ruidos que interfieran, y mirándose de frente. La elección del momento y del lugar para conversar, puede ser una de las claves del éxito.
Saber esperar el momento adecuado, ayuda a facilitar el proceso.
Definitivamente para que haya una conversación efectiva tiene que haber alguien que hable y otro que escuche, pero no de cualquier manera, sino siendo consciente del valor de la escucha.
Podes empezar hoy a cambiar tus conversaciones.